Mis lagrimas de débiles
no tienen nada.
La rabia fluye
en la caricia
de estas gotas saladas.
Cuando lloro me imagino mi cuerpo explotando en mil pedazos ácidos, ardientes y punzantes. Pedazos de rabia van surcando el aire hacia el objeto que me la produce. Mis cachos se clavan en él, le queman y corre la sangre por la tierra dejando un rastro de ceniza. Y muere, de verdad, para mí, para siempre.
Y dejo de llorar
caminando
con un puño cerrado
clavándome las uñas
en la palma de la mano
y mi boca respirando
al son
del humo del tabaco.
Y mi cuerpo desintegrado va recomponiéndose con su FUERZA magnética. Voy tocando con cariño cada parte de mi, irradio calor y me arropo en él. Siento una cicatriz más por dentro, de alguna forma sigo siendo aliada del recuerdo. Y aprendo.
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