El sonido de mil cristales rompiéndose a la vez,
disparándose en una dirección sin rumbo
hasta encontrar un cuerpo en el que apaciguar su llanto.
El sonido de mil cuerpos retorciéndose a la vez.
El sonido de objetos cayéndose por sus torpes pasos.
El silencio termina inundando el mundo con pedazos.
A través de la rendija de dos párpados
respiro la intranquilidad, el desasosiego, la perturbación,
y finalmente, saboreo la última bocanada
perfumada con aquella sangrienta paz
que comenzaba a cargar la atmósfera.
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