El tiempo no vuela, devora y amenaza.
Yo, siendo una de sus hijas, no quiero que me coma. Mi cuerpo no es carne de alimento de ningún invisible ni de aquellos que se dejan ver.
He dejado de creer en salvadores de nada y así, decidí asesinar con mis propias manos a mis ídolos para que me hagan compañía en el paso de los días.
Amedrantáis cuando hacéis creer que por nuestra mano resbalará la arena. Que no somos capaces de sostener nuestra pena ni otras cosas. Lo que toco no lo hago mío pero es mío el acto de tocar.
Sólo yo puedo salvarme, sólo mis decisiones pueden sacarme de lo otro.
Sólo yo sé qué me conviene, qué quiero, qué elijo y cómo lo llevo a cabo. Aún así, abro los oídos y los limpio de vez en cuando. No corrompo lo que toco pero lo que toco tampoco podrá por sí mismo, calarme a mí; a no ser que así yo lo quiera.
Mis decisiones tampoco son mis salvadoras, la heroína de mi vida soy yo. Librando las batallas desde mi cuerpo, con las manos frías, la lengua víbora y arrastrando el polvo del asfalto a cada paso.
Me declaro dueña de nada y de nadie. Que al igual que a mi nadie me salva, yo no seré la salvación del resto.
Y así, estoy también rodeada de vuestras rabias, vuestros cuchillos empuñados, vuestras garras y colmillos, de vuestras mil batallas.
Cómplices, compinches, guiños, acompañantes, ramas, participes, conspiradores, amigas, socias, compadres, colegas, compañeras, manada, perras, gatas o lobas. Estáis conmigo, pero también sin mí.